martes, 27 de diciembre de 2011

Cena navideña


Santa Claus se levanta completamente solo en la mañana del 25 de diciembre y la calefacción no funciona como de costumbre, así que decide ponerse inmediatamente el traje de la noche anterior. El suelo está helado, un poco mojado y un oso polar está deambulando por las desoladas bodegas de regalos buscando algún animal de sangre caliente para saciar cuanto antes su apetito.

El animal acaba de probar un bocado de duende, pero la carne con sangre verde y sabor a regaliz no es precisamente lo que un carnívoro con sentido común consideraría el mejor gusto a comida. El resto de pequeños seres mágicos ha escapado sin pensarlo en el fantástico trineo tirado por los mamíferos artiodáctilos que hubieran saciado al blanco depredador.

El héroe de los niños anglosajones y el úrsido se encuentran frente a frente en la sala de despacho de regalos, separados por una gran grieta llena de agua helada. El oso no lo piensa dos veces y se lanza al agua para llegar al otro lado y dar caza al gran pedazo de carne con fuerte olor a hollín; él ha probado alguna vez la comida que los exploradores suelen preparar al fuego y dejar tras de sí cuando son sorprendidos y huyen. Este pedazo de carne seguramente tendrá el mismo sabor, vale la pena pasar un poco de frio por él.

El anciano logra escapar del gran edificio blanco camuflado que durante siglos le ha servido de escondite y centro de operaciones, y echa a correr por la gran llanura blanca que se cierne a sus pies. Está cansado, con un poco de resaca por el exceso de galletas industriales y leche de vaca con hormonas de crecimiento bovino, pero aún tiene unas piernas fuertes y ágiles. Podrá escapar con un poco de suerte y ponerse a salvo en el refugio de emergencia a escasos cinco kilómetros de allí. De repente siente un dolor agudo en el muslo derecho que le hace caer para siempre y ceder entre gritos a los deseos de su perseguidor.

El guardia de turno del petrolero ruso se dice a sí mismo que un payaso vestido de rojo le trae malos recuerdos de un viejo ejército del mismo color, y que en cualquier caso más vale abatirlo de lejos, antes que pueda cruzarse en la conquista de la ruta de ártico.

Foto de pavo al horno tomada de Wikipedia.

4 comentarios:

  1. Feliz entrada de año.
    Que el 2012 te traiga lo que buscas ... siempre que sea lo que no buscamos los demás exactamente!

    :)

    Un abrazo.

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  2. @xeotico Gracias y un abrazo para ti también, seguro que 2012 es el año de buscar en sitios donde nadie ha buscado antes.

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  3. Siempre es difícil opinar sobre lo que otro escribe, porque los comentarios se cargan de gustos y expectativas personales. Sobre todo cuando al otro le gusta escribir... y entonces se tiñe con un dejo de yo lo hubiera hecho asííí...
    Sabiendo, ahora, que ese es mi punto de partida, puedo decirte sin miedo que las ideas son buenas, parecen propias, venidas de dentro, un poco melancólicas y cargadas por la falsa(?) impresión de que todo tiempo pasado fue mejor.
    Hablando de un gusto personal, preferiría encontrar un Papá Noel verde, como era su color original. Si fuese para morir a manos de un enemigo común, como un ruso, sería alemán y el momento exacto sería la caída del Muro... y se pintaría de rojo con la sangre que saliese de su cuerpo en el que mágicamente con la blanca barba se dibujarían las letras de Coca-Cola... pero esa es otra historia, no?

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  4. Mil gracias por opinar, querida anónima, y gracias por lo de "las ideas son buenas", es para mi todo un cumplido en su justa medida.
    No hubiera sido mía la idea del San Nicolás en su color original, muriendo en Berlín a manos de Teutones. Por el contrario la idea parece 100% tuya. ¿Te animas a escribirla?

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